Los Juegos Olímpicos de Paris 2024 se han despedido por todo lo alto. Estadios llenos de un público entregado e imágenes icónicas de victorias frente a la Torre Eiffel o en Versalles sitúan a la competición olímpica de París como una de las mejores que se recuerdan. Pero sobre estas tres semanas de éxitos deportivos ha sobrevolado, como el novedoso pebetero de las Tullerías, otro protagonista inesperado e inclemente: el calor extremo.
La capital francesa se ha expuesto, desde los primeros días de competición, a temperaturas de hasta 36 grados, que combinadas con la alta humedad de estos días en la ciudad ha condicionado el rendimiento de los 10.000 atletas de todo el mundo que han participado en estos Juegos Olímpicos de Paris 2024.
Agotamiento, calambres, mareos, náuseas e incluso golpes de calor son algunos de los efectos que estas condiciones extremas ocasionan en los deportistas, según un estudio publicado antes de la cita olímpica por la Asociación Británica para el Deporte Sostenible (BASIS). Todos estos efectos pueden provocar un menor rendimiento de los atletas en la mayor competición deportiva del mundo, que además se suelen celebrar en el periodo más cálido en el hemisferio norte: la canícula, las últimas semanas de julio y las primeras de agosto.
Los efectos de las olas de calor para los atletas
«Con el continuo aumento de las temperaturas globales, el cambio climático debería considerarse cada vez más como una amenaza existencial para el deporte«, señalaba Sebastian Coe, presidente de la federación de atletismo World Athletics.
Y atletas olímpicas, como la triatleta india Pragnya Mohan, daba cuenta de los peligros «aterradores» del calor, que pueden ser «fatales». «Tu cuerpo siente que se apaga», contaba en la presentación del informe. Las condiciones de calor intenso, especialmente si hay una alta humedad de por medio, hacen que el cuerpo tenga más difícil eliminar el exceso de temperatura, sobre todo si se practica ejercicio intenso.
Una piel seca y enrojecida, desorientación y un pulso fuerte y acelerado son los síntomas del efecto del calor. Cuando el cuerpo supera una temperatura interna de 40 grados y es incapaz de regular esta temperatura interna se sufre el temido golpe de calor, y que puede provocar la muerte. Aunque los deportistas al aire libre están especialmente expuestos a este peligro, también lo sufren los equipos técnicos y los aficionados que han llenado las calles de París.
Los Juegos Olimpicos de Tokio 2024, una advertencia
Los Juegos Olimpicos de Tokio 2024, celebrados en 2021, considerados los más cálidos hasta ahora, ya supusieron una severa advertencia de los peligros de competir en condiciones extremas. Para la historia quedó la imagen de la tenista española Paula Badosa teniendo que abandonar un partido y ser trasladada fuera de la pista en silla de ruedas tras sufrir un golpe de calor.
Su compañera Garbiñe Muguruza cargaba tras el incidente contra la organización olímpica: «No hay necesidad de meternos a jugar con 37 grados». También fue muy duro el tenista ruso Daniil Medvedev: «Si muero, ¿quién se va a hacer responsable?». Tras las críticas, la organización cambió la hora de inicio de los partidos.
También cambió la hora para la natación en aguas abiertas, que tenía que empezar antes del amanecer para evitar que los nadadores se sumergieran en un mar que alcanzó los 29 grados, mientras que la arena del vóley playa estaba tan caliente que dificultaba la competición. Más de 100 atletas que compitieron en aquel evento sufrieron enfermedades relacionadas con el calor.
La ola de calor extremo de París, «imposible» sin el cambio climático
Tras la experiencia de los Juegos Olimpicos de Tokio 2024, pruebas especialmente duras como el triatlón o el maratón se han adelantado para evitar las horas de más calor. La ciudad también ha instalado decenas de fuentes de agua por la ciudad y espacios sombreados para proteger a los aficionados, además de repartir sombreros y abanicos, y el Comité Olímpico Internacional emitió una guía que recomendaba a los atletas entrenar en condiciones similares a las de París —por calor y humedad— las semanas previas a acudir a Francia.
Todo ello no ha impedido ver imágenes de atletas destrozados tras competir en el triatlón, algunos de ellos incluso vomitando ante las cámaras. «Vomité diez veces. Los últimos cuatro kilómetros fueron mortales y empecé a encontrarme mal y a tener mucho calor», decía el triatleta canadiense Tyler Mislawchuk.
Se especuló con que tuviera que ver también la calidad de las aguas del río Sena, en el que tenían que sumergirse los deportistas en la prueba de natación, aunque el comité organizador defendió que la calidad era «muy buena» según los estándares internacionales.
Mucho ha cambiado desde la última vez que París acogió los juegos en 1924. En este último siglo la temperatura media de la ciudad ha aumentado en 3,1 °C, según este mismo análisis. Y 2024 no ha aflojado el ritmo: este año va camino de ser el más cálido jamás registrado, alertaba hace pocos días el servicio europeo de cambio climático Copernicus.
La tendencia se ha evidenciado con continuas olas de calor en los últimos meses en Europa —un continente que se caliente al doble de velocidad que la media mundial—. El calor extremo de julio en países mediterráneos como España, Francia, Portugal y también Marruecos no habría sido posible sin la influencia del cambio climático, alertaba hace pocos días un análisis de World Weather Attribution, una organización científica que estudia la relación de los fenómenos extremos con el calentamiento global.
Estas olas de calor, que son las que han disparado los termómetros de París, ya no se pueden considerar un evento «excepcional». Detrás de esta crisis climática está, principalmente, la quema de combustibles fósiles, que ya ha calentado el mundo 1,3 ºC por encima de la temperatura previa a la Revolución Industrial, multiplicando tanto el calor extremo como las sequías o las inundaciones.
Los riesgos de celebrar los Juegos Olímpicos en verano
Todo ello cuestiona la idoneidad de seguir celebrando los juegos en la época más cálida del año en buena parte del mundo. Otros eventos, como el último Mundial de fútbol, ya tuvo que trasladarse a noviembre y diciembre para evitar las temperaturas extremas del país organizador, Catar. Pero el ejemplo más claro del impacto del cambio climático son los Juegos de Invierno.
Los últimos, celebrados en Pekín en 2022, dieron la vuelta al mundo por la falta de nieve para las pruebas de esquí, y cada vez menos ciudades poseen las condiciones para seguir acogiendo unas pruebas que requieren de bajas temperaturas y abundante nieve.
Cataluña ya renunció a acoger los Juegos de Invierno de 2030 a los que aspiraba por el impacto de esta crisis y de la sequía que ha asolado este territorio en los últimos años. Y esto solo podría ser un toque de atención para los juegos de verano. Un análisis de CNN con base en los datos de la organización Carbon Plan halló que en 2050 muchas ciudades que ya han sido sedes olímpicas tendrán temperaturas que harían imposible competir en verano, y entre ellas están Barcelona, Roma, Tokio, Pekín, Río de Janeiro o Atenas.