Durante décadas, las tortugas marinas han sido víctimas de la caza ilegal, la pesca incidental, la contaminación por plásticos y la destrucción progresiva del borde costero. Junto con los efectos del calentamiento global que están intensificando estas amenazas, según advierte la organización ambientalista Greenpeace, en el marco del Día de las Tortugas Marinas celebrado este 16 de junio.
En el marco de la efeméride internacional la organización ambientalista abordó el grave peligro que enfrenta esta especie milenaria, conocida como los “dinosaurios del mar”.
En Chile habitan cinco de las siete especies de tortugas marinas del mundo, todas en riesgo de desaparecer. Tres de ellas, las tortugas cabezona, laúd y carey, se encuentran en peligro crítico de extinción. La tortuga verde está catalogada como en peligro de extinción y la olivácea se considera una especie vulnerable
Ante este escenario la vocera de Greenpeace, Silvana Espinoza, explicó que aunque las tortugas marinas han sobrevivido a grandes extinciones, las presiones acumuladas por las actividades humanas están llevando a estas emblemáticas especies al límite del colapso.
La variación en la temperatura global, la alteración de los patrones meteorológicos y el aumento del nivel del mar están afectando directamente su capacidad de reproducción, alimentación y migración.
“Uno de los efectos más alarmantes es el incremento en la temperatura de la arena donde las tortugas desovan y que determina el sexo de las crías: Si los huevos se incuban por debajo de los 27 °C serán machos y si lo hacen por encima de 31 °C, serán hembras”, informó la vocera.
Por esta razón, el calor excesivo está provocando un grave desequilibrio entre hembras y macho, según señala en su sitio la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica.
“Es una proporción insostenible para la supervivencia futura”, agregó la vocera.
Impactos
Al mismo tiempo, el aumento sostenido del nivel del mar, producto del derretimiento de los polos, tiene como riesgo hacer desaparecer muchas playas históricas de anidación.
Además, las alteraciones en las corrientes oceánicas, que las tortugas utilizan como rutas migratorias, están desorientando a la especie afectando su llegada a los sitios de desove y forzándola a desplazarse por rutas más largas y peligrosas.
La intensificación de tormentas tropicales, otro efecto del cambio climático, también representa una amenaza directa. La erosión costera, las inundaciones de nidos y la pérdida de los nichos ecológicos asociados a estos eventos extremos impactan negativamente los hábitats de las tortugas.
A ello se suma la persistente contaminación por plásticos: muchas tortugas confunden bolsas con medusas -su alimento habitual-, lo que puede causar obstrucciones intestinales, desnutrición e incluso la muerte.
“Hoy, más que nunca, se hace urgente tomar medidas reales: proteger las playas, reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, regular las actividades humanas destructivas en zonas costeras y avanzar hacia acuerdos internacionales vinculantes”, afirmó la vocera de la organización.
Frente a este escenario, Greenpeace destaca la importancia de la ratificación de un acuerdo internacional clave: el Tratado Global de los Océanos, que busca establecer una red de santuarios marinos, buscando la recuperación de ecosistemas vitales y ofreciendo una esperanza concreta para especies en peligro, como las tortugas marinas.
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