La COP29 aprobó en la capital de Azerbaiján, la madrugada de este domingo (24.11.2024) tras largas negociaciones un acuerdo financiero por el cual los países ricos pagarán 300.000 millones de dólares anuales al mundo en desarrollo para costear allí la acción climática.
Los casi 200 países reunidos en la cumbre de Bakú sellaron por fin el acuerdo con el que fijaron la nueva meta de financiación climática, que reemplazará a la anterior que estaba establecida en 100.000 millones de dólares anuales.
Tras dos semanas de intensas negociaciones, se acordó establecer la cantidad de 1,3 billones de dólares anuales para 2035, si bien de ese monto sólo 300.000 millones deberán proveerse a través de ayudas y movilización de fondos privados con respaldo público.
Tras tres años de negociación y dos semanas de cumbre del clima, con un final de madrugada agónico y caótico, la COP29 ha alcanzado un acuerdo para que los países en desarrollo reciban 1,3 billones de dólares al año para 2035 para hacer frente al cambio climático, de los cuales 300.000 millones provendrán de las naciones más ricas.
Cerca de las 3:00 de la madrugada hora local (tres horas menos en España), cuando el recinto que alberga la COP29 ya estaba prácticamente desmontado, el presidente de la cumbre, el ministro de Azerbaiyán Mukthar Babayev, ha dado el martillazo que supone la aprobación del acuerdo, entre un sonoro aplauso y una ovación en pie en el plenario final.
El texto, sin embargo, no contenta a todos, y entre muchos de los asistentes se apreciaban caras largas. La cifra final se queda lejos de las reclamaciones de los países del sur global, muy críticos también con la estructura de los fondos.
COP29: el acuerdo supone que se multiplica por diez la aportación total y por tres la de los países ricos
En Bakú se tenía acordar un objetivo superior a los 100.000 millones al año comprometidos por los países ricos a los más vulnerables en 2009, una meta que caducaba en 2025, en financiación pública y privada con apoyo público, y finalmente se ha triplicado esa cifra.
Si se suma también todo el dinero que movilizan los bancos multilaterales de desarrollo, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial, o el que donan entre sí los países del sur global, la cifra total se multiplica por diez, pasando de miles de millones a una magnitud de billones.
Los que serán los receptores, las naciones más vulnerables a los efectos devastadores de la crisis climática, pedían en las últimas horas de la negociación que los países ricos aportaran medio billón de dólares al año. Por su parte, Europa y el resto de naciones desarrolladas (como Estados Unidos, Australia o Japón) habían puesto sobre la mesa anteriormente una meta de 250.000 millones. Finalmente, el resultado final se acerca más a esta cantidad, y coincide con lo que Brasil -anfitrión de la cumbre del año que viene- planteó el viernes.
Una ‘broma’ para los países del sur y los ecologistas
En esta cumbre se ha visto, tal vez más que nunca, la profunda brecha norte-sur en una materia tan sensible como las finanzas. Países en desarrollo como India, Nigeria, Bolivia o Cuba han expresado su oposición «absoluta» al texto, que la delegada nigeriana, visiblemente enojada, ha calificado de un «insulto» y una «broma».
Ven la cifra insuficiente y cargan contra los países ricos por un compromiso insuficiente y por un lenguaje vago en cuanto a la responsabilidad de los países más desarrollados, principales culpables del calentamiento global que sufren en mayor medida las naciones vulnerables. «El financiamiento climático no es caridad», ha recordado el representante boliviano, sino su responsabilidad.
Estos países no solo han lamentado el resultado, sino el proceso hasta llegar a él, especialmente por el papel de la Presidencia, que este año recae en al país anfitrión, Azerbaiyán. India, por ejemplo, le ha acusado de «ignorar» a las partes y ha denunciado que no se le hubiera permitido mostrar su posición antes de que bajara el martillo que supone el acuerdo final.
na nueva era para la UE
Del lado contrario, Europa, principal contribuyente al fondo verde (con cerca de un 30% del total), ha destacado que «llegar a un pacto es excepcional» y ha considerado que «la COP29 será recordada como el inicio de una nueva época para la financiación climática», igual que la cumbre del año pasado, la de Dubái, fue «el inicio del final de los combustibles fósiles«, según ha asegurado el comisario de Acción Climática y negociador en este encuentro, Wopke Hoekstra. España, dentro de la negociación europea, también valora positivamente el texto.
Precisamente en este punto de los combustibles fósiles, también en la agenda, se ha caído del acuerdo final la mención específica a la necesidad de dejar atrás el petróleo, gas y carbón –una de las principales demandas de Europa-, aunque sí que se reitera de manera genérica el compromiso de Dubái.
Dinero de fondos públicos y de inversiones privadas
Más allá del debate de cuánto dinero se ponía, estaba en discusión la estructura del fondo, es decir, cómo se movilizaba esta cantidad, y de quién pagaba. En cuanto a la estructura, los países menos desarrollados, los que más sufren el cambio climático, habían venido reclamando insistentemente que el núcleo de la financiación consistiera en fondos públicos y en ayudas directas para no generar deuda, ya que decenas de ellos están ahogados en crisis provocadas por la incapacidad para pagar elevados intereses en créditos.
Se trata, siguiendo la comparativa planteada por algunos analistas, de una estructura en forma de aguacate: un núcleo principal de dinero público, que estuviera asegurado además en el tiempo, y una capa exterior de otras fuentes.
Sin embargo, en el texto final no se menciona que este núcleo venga de los Estados, sino que se habla de una «gran variedad de fuentes», tanto «públicas como privadas», y «fuentes alternativas», un apartado en el que pueden entrar impuestos a la aviación, al transporte marítimo y a las grandes fortunas.
¿Qué pasa con las ‘hipotéticas’ aportaciones de China?
En cuanto a la cuestión de qué paga, la discusión se había centrado en China y en menor medida en otros países, como los petroleros. Hasta ahora se les venía considerando países en desarrollo y por tanto no estaban en la lista de los países que tienen que aportar fondos, pero esa lista se elaboró en los años 90, y desde entonces el país ha crecido considerablemente en riqueza y emisiones. Por ello, los Estados occidentales, lo que forman eminentemente el grupo de países donantes, querían incluirlo.
Finalmente, el texto «anima» a los países «en desarrollo» a que realicen contribuciones de manera «voluntaria».
En otro punto importante, se llama a una reforma de «la arquitectura financiera multilateral», una de las peticiones principales de los países en desarrollo, que reclaman mejores condiciones por parte de instituciones como el FMI o el Banco Mundial, aunque el lenguaje utilizado es vago.
El final de la COP29 ha sido agonica
Las últimas horas de la cumbre han provocado confusión tanto a los observadores como a muchos de los participantes. El negociador de Panamá, Juan Carlos Monterrey, ha calificado esta cumbre de «caótica» y ha lamentado la «falta de transparencia», mientras que muchos países, como Brasil, han lamentado la «falta de liderazgo» tanto de la Presidencia azerí como de los países más desarrollados.
De hecho, en las horas finales de negociación un grupo de países insulares y de los menos desarrollados se ha levantado de la sala de negociación en protesta por no haber sido tenidos en cuenta y por una cifra que consideraba una «afrenta».
Pero el texto final incluye varias concesiones a estos países: se incluye una iniciativa llamada «De Bakú a Belém» (ciudad brasileña sede de la COP30) por la que estas naciones recibirán aportaciones adicionales.