Las lluvias torrenciales por el reciente paso en España de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), que ha acabado con la vida de más de 200 personas, la mayoría en la Comunidad Valenciana, desbordaron en pocos minutos los cauces de los ríos, inundaron campos, calles y casas, se llevaron por delante cientos de vehículos y derribaron puentes. Basta con observar las impactantes imágenes de esta tragedia, que se ha cebado especialmente con varias localidades al sur de Valencia, para darse cuenta de que lo peligroso no es exclusivamente el agua y su profundidad. Los daños causados por la propia velocidad del flujo y por los materiales que arrastra la corriente pueden llegar a ser también muy importantes.
En numerosas ocasiones, los daños a las personas, las edificaciones e infraestructuras que producen estas riadas son debidas, no a la profundidad o tiempo de sumersión en el agua, sino a los impactos y el enterramiento bajo elementos en flotación (como madera y restos vegetales, vehículos, contenedores y mobiliario urbano), o sedimentos movilizados en suspensión o arrastrados por el lecho (como arcillas, limos, arenas, gravas, cantos y bloques).
Las repercusiones de las inundaciones en viviendas, comercios e industrias suelen asociarse, más que a la humectación temporal de los enseres, al barro que deposita la riada, que inutiliza los electrodomésticos y deteriora el mobiliario. Sin embargo, la mayor parte de los estudios de riesgos por inundaciones y los mapas de zonas inundables son elaborados suponiendo que lo que circula por nuestros cauces y riberas es agua limpia, casi destilada, desprovista de barro.
De ahí la importancia de investigar cómo la erosión, transporte y sedimentación de tierra influye en agravar la peligrosidad de las avenidas e inundaciones. Y un primer paso en esta investigación debe ser siempre recopilar, analizar y sacar conclusiones prácticas de los pocos estudios y mapas que sí que han contemplado el papel de los sedimentos en las inundaciones.
Eso es precisamente lo que hemos hecho un equipo de científicos y profesores de varios centros de investigación en un trabajo de recopilación y revisión bibliográfica publicado en la revista académica científica internacional Geomorphology, en el cual analizamos más de un centenar de estudios científicos y técnicos. Nuestros resultados permiten interpretar que los procesos de transporte de sedimento se asocian a cambios morfológicos repentinos en el cauce, lo que en muchas ocasiones agrava la peligrosidad por inundación. Esta revisión de estudios previos también sugiere que los cauces de montaña son quizás más sensibles a esta problemática.
Zona de inundación afectada en Utiel tras la DANA del 29 de octubre captada por satélite. (Foto: Copernicus)
Como conclusión, los autores del trabajo afirmamos que es necesario trasladar esta información obtenida por los trabajos de investigación científica previos a la práctica y considerar los procesos de transporte de sedimento de una manera más explícita en las cartografías de peligrosidad por inundación fluvial. Pueden ayudar en esta labor las nuevas herramientas de modelización que se han desarrollado y generalizado en la última década.
Así pues, cuando se hagan estudios de inundabilidad de una población o mapas de riesgo para las márgenes y riberas, conviene que se tenga más en cuenta cuánto sedimento y de qué tipo será capaz ese río de erosionar, transportar y depositar. (Fuente: Daniel Vázquez Tarrío, Andrés Díez Herrero, Ana Lucía Vela, Instituto Geológico y Minero de España (IGME) / CSIC)