El cambio climático global abre la puerta a una enfermedad de la vid que Europa esquivó hace 150 años

El cambio climático global abre la puerta a una enfermedad de la vid que Europa esquivó hace 150 años

 

Hasta el siglo XXI, la bacteria Xylella fastidiosa, culpable de provocar la letal enfermedad de Pierce en viñedos, se consideraba un patógeno exclusivo de América del Norte. La situación cambió radicalmente con la detección del primer caso en la isla de Mallorca en 2017 y recientemente en Portugal e Italia.

Las cepas infectadas por esta epidemia que transmiten unos insectos producen pocos frutos y de poca calidad, sus ramas sufren necrosis y caen. El vegetal afectado perece a los pocos años. El cambio climático global amenaza con volver mucho más habitual esta situación y debido a ello el sector vitivinícola y el agrícola en general están preocupados en Europa. No es para menos; la enfermedad acarrea pérdidas millonarias en viñedos, olivares y otras explotaciones agrícolas, ya que las plantas afectadas han de ser arrancadas de inmediato.

Entre los brotes europeos de la enfermedad de Pierce analizados, con muestras de Italia, Francia, Alemania y España, se ha rastreado el origen de la bacteria X. fastidiosa hasta California (Estados Unidos). Ahora, en un nuevo trabajo científico que aplica modelos epidemiológicos a la investigación histórica, unos científicos del Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (IFISC) han profundizado en cómo Europa se libró de la enfermedad hace 150 años. El IFISC es un centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de las Islas Baleares (UIB), en España. En la investigación también ha trabajado la empresa española Tragsa.

La nueva investigación aclara un suceso histórico clave curioso: a mediados del siglo XIX, la exportación de nuevos linajes de parras desde Norteamérica al sur de Francia introdujo múltiples organismos insólitos hasta ese momento en los campos europeos. Ello ocasionó un declive masivo en la industria vitivinícola de la época, debido sobre todo a la plaga de filoxera en la península Ibérica, provocada por un pulgón que aniquilaba las plantas devorándolas por la raíz. Sin embargo, la X. fastidiosa no se propagó por el Mediterráneo en 1875 y no se ha encontrado rastro de la enfermedad de Pierce hasta dos siglos después.

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La enfermedad de Pierce amenaza ahora a más parras que hace 150 años. (Foto: IFISC / UIB / CSIC)

El primer autor de este nuevo estudio, Eduardo Moralejo, del Grupo Tragsa, apunta a cómo fue probablemente el clima europeo de la época, de “temperaturas más frescas”, lo que impidió que la X. fastidiosa se expandiera por el continente. “El clima fue una barrera natural frente a la enfermedad”, detalla el científico. Así como que las zonas de Estados Unidos desde donde se exportaron los nuevos injertos para los viñedos franceses no habían contraído todavía la enfermedad de Pierce.

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Entre las múltiples coincidencias históricas del trabajo, señala Manuel Matías, coautor del estudio y líder del equipo, destaca que la masiva importación de vides norteamericanas resistentes a la filoxera se realizó durante la década de 1870 para luchar contra esta plaga de la vid que arrasaba en ese momento los viñedos del sur de Europa.

“La importación masiva de vides se debió a su resistencia a la filoxera, precisamente porque históricamente habían convivido, por eso sorprende que la Xylella no se implantase en Europa, ya que se trataban de parras potencialmente infectadas”, reflexiona el científico del IFISC. Y alerta de que las conclusiones de la investigación también sirven de advertencia para el futuro de las epidemias agrícolas: “El aumento de las temperaturas provocadas por el cambio climático, muy pronunciadas especialmente a partir de 1990, hace más probable la propagación de la enfermedad de Pierce en zonas que antes no estaban afectadas”. Su equipo científico documenta de cerca esta bacteria que ya devora olivos en el Mediterráneo.

El análisis de la filogenia de la bacteria X. fastidiosa ha permitido a los científicos “rastrear el último antepasado común” y fechar su origen en 1884, en Anaheim, California (EE UU.). En menos de una década, se propagó desde Napa Valley, una zona todavía hoy reconocida por sus viñedos, al norte del estado.

Àlex Giménez-Romero, investigador del IFISC y coautor del estudio, sostiene que existen pocos ejemplos documentados que concreten los procesos por los que “se paraliza o propaga una enfermedad a nivel geográfico”. De ahí la necesidad de aplicar modelos matemáticos que aúnen historia, estadística y genética de plantas para explicar por qué, en un momento donde la enfermedad de Pierce ya era un problema en Estados Unidos hacia finales del siglo XIX, sin embargo, Europa permaneció al margen.

Los viñedos europeos esquivaron esa pandemia gracias a sus “condiciones climáticas, la mayoría por debajo del umbral necesario para desarrollar la enfermedad”, resume el experto. Una conclusión a la que llegan gracias a su enfoque desde la epidemiología y la ecología que analiza “el desarrollo del patógeno X. fastidiosa a lo largo de 150 años”.

Por este motivo, Giménez-Romero, del IFISC, insiste en que la industria vitivinícola y las autoridades deben conocer el fenómeno de la enfermedad de Pierce y ser conscientes de que “Europa se enfrenta a un riesgo inminente de epidemias, especialmente en las regiones del sur”.

El estudio se titula “Linking intercontinental biogeographic events to decipher how European vineyards escaped Pierce’s disease”. Se ha publicado en la revista académica Proceedings of the Royal Society B. Y recientemente fue nombrado “lo más destacado en investigación de la literatura científica” de otras cabeceras por la revista académica Science. (Fuente: Jon Gurutz Arranz/ IFISC / CSIC).

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