Descubren niveles alarmantes de microplásticos en tejido cerebral humano, vinculados a la demencia

Descubren niveles alarmantes de microplásticos en tejido cerebral humano, vinculados a la demencia

 

Una línea de investigación que está despertando fuertes polémicas apunta a que en muchos seres humanos el cerebro contiene concentraciones de partículas plásticas más elevadas que las de otros órganos, con niveles especialmente altos en pacientes que sufren demencia.

La alarma ha llegado con las conclusiones de un estudio a cargo de un equipo encabezado por Alexander J. Nihart, del departamento de farmacología en la Universidad de Ciencias de la Salud de Nuevo México, en la ciudad estadounidense de Albuquerque. Este estudio se titula “Bioaccumulation of microplastics in decedent human brains” y se publicó el 3 de febrero de 2025 en la revista académica Nature Medicine.

Ahora, un mes después, se ha publicado en la revista académica Brain Medicine un estudio titulado “Human microplastic removal: what does the evidence tell us?”, que firma un equipo internacional encabezado por Nicholas Fabiano, del Departamento de Psiquiatría en la Universidad de Ottawa, Canadá. En este nuevo estudio se analizan las evidencias aportadas por Nihart y sus colegas, se evalúa la gravedad de la situación y se exponen posibles medidas para mitigar esta inquietante contaminación de cerebros humanos.

La investigación desvela que el cerebro humano contiene micro y nanoplásticos (MNP), con niveles entre 3 y 5 veces superiores en individuos con diagnóstico documentado de demencia. Más preocupante aún resulta que los tejidos cerebrales examinados mostraron concentraciones entre 7 y 30 veces más elevadas de micro y nanoplásticos en comparación con otros órganos como el hígado o los riñones.

“El tremendo incremento en las concentraciones de microplásticos cerebrales en tan solo ocho años, desde 2016 hasta 2024, resulta particularmente alarmante”, señala el Dr. Fabiano. “Este aumento refleja el incremento casi exponencial que estamos observando en los niveles de microplásticos ambientales”.

Especialmente preocupantes son las partículas inferiores a 200 nanómetros, compuestas predominantemente por polietileno, que muestran una notable deposición en las paredes cerebrovasculares y células inmunitarias. Este tamaño les permite potencialmente atravesar la barrera hematoencefálica, lo cual plantea sombríos interrogantes sobre su papel en las afecciones neurológicas.

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Cuchara de plástico de usar y tirar. (Imagen: Nicholas Fabiano, University of Ottawa, Canada. )

Fabiano y sus colegas recomiendan adoptar estrategias prácticas para reducir la exposición. Por ejemplo, señalan que el simple cambio del agua embotellada al agua filtrada del grifo podría reducir la ingesta de microplásticos de 90.000 a 4.000 partículas por año. Otras fuentes significativas que mencionan incluyen las bolsitas de té de plástico, que pueden liberar millones de partículas micro y nanométricas por sesión de preparación.

También destacan que la forma en que calentamos y almacenamos los alimentos es relevante. “Calentar alimentos en recipientes de plástico, especialmente en el microondas, puede liberar cantidades sustanciales de microplásticos y nanoplásticos”, explican. “Evitar el almacenamiento de alimentos en plástico y utilizar alternativas de vidrio o acero inoxidable es un paso pequeño pero significativo para limitar la exposición. De todos modos, aún necesitamos investigar más para confirmar si la reducción de la ingesta conduce a una menor acumulación en los tejidos humanos”.

El equipo de investigación también explora posibles vías de eliminación, una sudoración suficiente, teniendo en cuenta que hay evidencias de que sudar puede ayudar a eliminar del organismo ciertos compuestos derivados del plástico.

Fabiano y sus colegas hacen un llamamiento a dar la máxima prioridad a realizar investigaciones sobre esta cuestión, a fin de intentar aclarar lo antes posible cuáles son las consecuencias a largo plazo que la acumulación de microplásticos tiene para la salud, y también para poder establecer cuáles son los límites de exposición a partir de los cuales se producen daños. (Fuente: Genomic Press)

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