Articulación público-privada para la resiliencia

Chile es de los pocos países del mundo donde una persona sabe que si toma agua de la llave no se enferma, y que el agua del sanitario no va al río sino a una planta de tratamiento. No lo reconocemos lo suficiente, porque el ruido que causaron las privatizaciones y los olores en La Farfana nos impidieron celebrar este logro. Sin embargo, el saneamiento siguió avanzando, así como las soluciones al desafío climático.

Hoy, Chile es uno de los países que más rápido avanza hacia la resiliencia de sus ciudades: el 40% de las inversiones del sector en 10 años fueron a adaptación al cambio climático.

Tras los cortes masivos de agua debido a episodios de lluvias extremas en 2013 y 2017 que aumentaron la turbiedad del río Maipo, que abastece a casi el 80% de la ciudad, muchos cuestionaron el modelo de privatización, y no pocos llamaron a estatizar. Algo similar a lo que ocurrió este año con los masivos cortes de electricidad por la caída de redes de distribución.

Pero lo que ocurrió fue mejor: se aprobaron en tiempo récord inversiones que permitieron darle una autonomía de más 37 horas al agua potable de Santiago ante estos eventos. Y eso vino con una discusión tarifaria, en que el costo se traspasó a tarifa con un aumento marginal.

El regulador debe considerar que una empresa modelo debe ser también resiliente, y hoy tenemos un sistema mucho mejor preparado frente a estos eventos, cada vez más frecuentes. Y si bien pareciera que todo está resuelto, la ciudad necesita seguir avanzando en adaptación y resiliencia para enfrentar la sequía.

Lo mismo pasó con los olores de La Farfana y el envío de lodos a rellenos sanitarios. Hoy se tratan correctamente, se obtiene energía eléctrica de ellos, y en biofactorías se genera un lodo de alta calidad que sirve de mejorador de suelo para contribuir a luchar contra la desertificación que amenaza a la región.

Esto demuestra que una buena articulación público-privada puede lograr avances insospechados. Una lección para el sector eléctrico y el gobierno, aún incapaces de enfrentar la crisis de resiliencia del sector de distribución tras estos últimos inviernos. Esa tarea sigue pendiente. Lo que queda permanente es este trabajo entre una empresa y el Estado, que hoy hace más resiliente a la ciudad de Santiago.

Columna de Marcelo Mena