Aguas Andinas es una empresa chilena de servicios sanitarios, que realiza el suministro de agua potable y alcantarillado en la ciudad de Santiago de Chile, a excepción de la totalidad de las comunas de Maipú y Cerrillos; el 1% de San Bernardo, y una parte de Estación Central, las que son abastecidas por el Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de Maipú. Es una de las mayores empresas sanitarias de Latinoamérica, prestando servicio a más de 8 millones de habitantes y con un total de más de 71.000 hectáreas de concesión. Está controlada por el Grupo Agbar español, que también controla Aguas Cordillera y Aguas Manquehue.
Sostenibilidad
En alianza con el Estado, Aguas Andinas logró tratar el 100% de las aguas servidas de Santiago en tan solo 12 años, un hito medioambiental que otros países han tardado varias décadas en alcanzar y que situó a Chile en un sitial de liderazgo a nivel global en materia de saneamiento. De hecho, en el mundo aún hay 3.600 millones de personas sin acceso a un saneamiento gestionado de forma segura y sólo un 28% de los países de Latinoamérica y el Caribe cuentan con tratamiento de aguas servidas, según cifras del BID. No sólo en depuración de agua el país lleva la delantera. Con el tiempo, las antiguas plantas de tratamiento se transformaron en biofactorías, fábricas de productos basados en la naturaleza y elaborados por medio de procesos biológicos altamente eficientes.
Devolviendo el agua a su ciclo.
En la actualidad, las biofactorías Mapocho-Trebal y La Farfana, junto a otras 12 plantas más pequeñas, depuran alrededor de 1.300 millones de litros diarios de agua residual, que llega a estas instalaciones directamente a través de la red de alcantarillado, sin pasar por el río Mapocho ni otros cauces. Una vez tratada y limpia, es devuelta a cursos de agua naturales, en condiciones de ser utilizada para riego agrícola y actividades industriales.
Valorización de biosólidos
Los desechos orgánicos separados del agua durante el proceso de depuración se utilizan en la agricultura y la regeneración de suelos degradados, ya sea directamente como biosólidos o tras ser procesados en la planta El Rutal, donde se transforman en un abono seco. Unas 30 mil hectáreas se benefician de estos biofertilizantes, superficie que probablemente se multiplicará en los próximos años.
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