La sostenibilidad de la pesca a nivel mundial ‘bajo sospecha’

La sostenibilidad de la pesca a nivel mundial ‘bajo sospecha’

 

Las evaluaciones de las poblaciones marinas se realizan periódicamente para medir el impacto de la pesca en las poblaciones de peces y mariscos en las regiones mundiales de gestión pesquera. Esta información se utiliza para prevenir la sobrepesca, reconstruir las poblaciones sobreexplotadas y proteger los ecosistemas marinos.

Un nuevo estudio, publicado en la revista Science, ha comparado el estado anual de las especies pesqueras, con una estimación revisada más reciente para ese mismo período. Para ello analizaron los datos públicos disponibles de 230 de las pesquerías más grandes del mundo y 756 evaluaciones de poblaciones.

El trabajo consistió en comparar los tamaños de las poblaciones notificadas a los administradores de pesquerías en el momento de las evaluaciones históricas, con las estimaciones de los modelos de pronóstico retrospectivo actualizados para el mismo año, con datos más recientes y completos.

En Europa utilizaron información de libre acceso que posteriormente analizaron diferentes grupos de trabajo multinacionales del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (CIEM). Estudiaron poblaciones como el arenque, el bacalao del Atlántico o el abadejo.

“Descubrimos que las evaluaciones anteriores de las poblaciones eran a menudo demasiado optimistas sobre la cantidad (biomasa o peso total) de peces en el océano”, dice Christopher Brown, científico de la Universidad de Tasmania (Australia) y coautor del trabajo.

La estimación de las poblaciones ‘bajo sospecha’

En la evaluación de la población de pintadilla (Nemadactylus macropterus) del sureste de Australia publicada en 2009, el tamaño total de la población se estimó en 4 680 toneladas y el de la población no explotada en 21 200 toneladas. Sin embargo, la modelización actualizada en 2014 indicó que el tamaño de la población en ese año era de 3 330 toneladas.

“En este caso, la especie estaba mucho más agotada en 2009 de lo que se reconoció cuando se tomaron las decisiones de gestión. Esto incluía el establecimiento de un total de capturas que era claramente demasiado elevado”, expone Brown.

El autor principal del estudio, Graham J. Edgar, de la misma institución, también descubrió que, en el caso de los peces morwong, los datos de los estudios científicos mostraban una preocupante tendencia a la baja, mientras que las evaluaciones de las poblaciones recomendaban un aumento de los límites de capturas.

De las 230 poblaciones incluidas en este estudio, trece se encontraban por debajo del 10 % de su biomasa histórica máxima, un punto de referencia común para el colapso. “Si tenemos en cuenta el sesgo en las evaluaciones de las poblaciones, llegamos a la conclusión de que el número de aquellas que están colapsadas en la base de datos debería ser de 24, un 85 % más de lo estimado”, asegura el científico.

Según Amanda Bates de la Universidad de Victoria (Canadá) y coautora de la investigación, existe mucha incertidumbre en la estimación de las poblaciones de peces. “Se habrían necesitado medidas más de cautela para evitar este colapso de las pesquerías”, indica Amanda.

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“Los científicos especializados en poblaciones de peces son independientes de las motivaciones económicas y comerciales. Sin embargo, los resultados de los modelos de poblaciones son revisados por el gobierno y, a menudo, por la industria pesquera, que puede solicitar cambios”, afirma Brown.

Peligro de colapso de las pesquerías a nivel mundial

Los autores del estudio alertan de que solo han incluido aquellos conjuntos de peces de los que se dispone de una evaluación, por lo que el número colapsos no es ni siquiera representativo de la realidad global.

“Hay muchas poblaciones de peces que no disponen de datos suficientes. Entre ellas, aquellas más pequeñas y muchas de países tropicales. Las evaluaciones de poblaciones se consideran el patrón de oro para la gestión científica de la pesca. Nuestro estudio demuestra que tiene margen de mejora”, añade el investigador de la Universidad de Tasmania.

“Las poblaciones en zonas con un rápido aumento de la temperatura del mar y las que tienen un alto valor económico también son más susceptibles de sufrir evaluaciones inexactas”, asegura la científica de la universidad canadiense.

“Los científicos pesqueros reconocen que a veces sus evaluaciones están sesgadas e intentan tenerlo en cuenta. Lo que nadie sabía era hasta qué punto este problema estaba generalizado y afectaba a nuestra comprensión global de la situación”, recalca Brown.

Soluciones para mejorar la gestión de la pesca

Una ordenación pesquera eficaz requiere estimaciones precisas de la biomasa y las tendencias de las poblaciones. Sin este conocimiento, los gestores de la actividad pesquera no pueden ordenar limitaciones que aseguren la viabilidad y estabilidad de las especies marinas que son explotadas en los mares de todo el mundo. Por esta razón, los autores del trabajo consideran que los niveles de incertidumbre y error deben minimizarse.

“Los grupos de trabajo del CIEM deben evaluar el sesgo retrospectivo población por población. Si detectan un sesgo que indica que la biomasa se sobreestima sistemáticamente, deben recomendar límites de capturas más conservadores. Esta es también una de las recomendaciones de nuestro estudio”, indica Brown.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) es la encargada de evaluar y garantizar la sostenibilidad de las pesquerías. Por esta razón, los autores consideran que, en el futuro, esta organización internacional podría corregir el sesgo que han encontrado cuando informen sobre el estado de las pesquerías mundiales. “Habría que estudiar más a fondo cómo pasar de 230 poblaciones a todas las pesquerías del mundo”, señala el científico.

“Describimos diez prácticas que, aplicadas conjuntamente, podrían aumentar la precisión de la evaluación de las poblaciones de peces. Estas prácticas incluyen la ampliación de la supervisión independiente de las pesquerías, el suministro de códigos y datos de modelización para su validación independiente, y cambios en los protocolos de evaluación, incluida la puesta en marcha de un “equipo rojo” que examine los posibles peores escenarios”, concluye Bates.

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