30 científicos marinos ‘confirman’ lo que es la pesca sostenible y lo que no lo es

30 científicos marinos ‘confirman’ lo que es la pesca sostenible y lo que no lo es

 

En un intento por definir de forma más realista qué es la pesca sostenible un grupo de 30 científicos marinos ha decidido establecer nuevas reglas y dejar de lado la actual visión de sostenibilidad que se basa en los límites de capturas máximas de cada una de las especies.

La sobreexplotación de las especies y el declive de las poblaciones de peces continúa pese a las certificaciones de sostenibilidad con las que se comercializan muchos de los productos marinos.

“El concepto ha sido utilizado por marcas y supermercados para llamar sostenible a una pesca que no es sostenible. Pensábamos que las certificaciones de sostenibilidad transformarían las pesquerías, pero, por el contrario, solamente transformaron el concepto de sostenibilidad”, señala Claire Nouvian, fundadora una de las asociaciones participantes.

En el año 2020, un grupo de 30 científicos decidió replantear el concepto de sostenibilidad en la pesca marina, alertados por los impactos ambientales y la degradación de los océanos que causan las prácticas pesqueras en los ecosistemas y hábitats marinos.

“Las capturas habían llegado a un límite desde los años 90. Y como investigadores nos habíamos hecho la pregunta, muchas veces, ¿hasta cuándo se va a seguir sosteniendo esta situación indeseable tanto para el sistema social como para el sistema ecológico?”, cuestiona Omar Defeo, profesor en el Laboratorio de Ciencias Marinas de la Universidad de la República, en Uruguay, y uno de los integrantes de este grupo de investigadores.

Cuatro años después, los 30 investigadores publicaron el artículo científico Replantear la sostenibilidad de las pesquerías marinas en un planeta en rápido cambio, en la revista científica npj Ocean Sustainability del diario Nature.

El artículo propone dos principios y once acciones, a las que han denominado ‘reglas de oro’, “que han sido pensadas para poner fin a la destrucción continua del océano por culpa de la pesca y restaurar la abundancia de las poblaciones de peces para alimentar a las generaciones futuras”, se indica en la presentación.

Una nueva definición de lo que es la pesca sostenible

“Lo que proponemos es una definición universal y científica que tiene como base la investigación de todas las pesquerías mundiales porque conocemos exactamente lo que pasa en el océano. Sabemos lo que pasa con la pesca industrial, los impactos que tiene sobre el medio ambiente y sobre los seres humanos”, señala Nouvian, coautora del artículo académico.

El nuevo concepto para la sostenibilidad que presentan ahora los investigadores se basa en dos principios básicos. El primero de ellos consiste en regenerar la salud del océano, es decir que la pesca debe minimizar el impacto sobre las especies y los ecosistemas marinos, adaptarse al cambio climático y asegurar la regeneración de la vida y los hábitats marinos agotados.

El segundo considera anteponer a los seres humanos sobre las ganancias de la industria, esto significa mejorar la salud y el bienestar de las personas y las comunidades, principalmente las más vulnerables, en lugar de servir a los intereses económicos de las empresas que concentran los beneficios de la pesca.

Nouvian señala que durante varios años los investigadores esperaron que los países, la industria pesquera y los supermercados donde se comercializan los productos marinos pusieran límites y restricciones para lograr una verdadera pesca sostenible, pero que nunca lo hicieron. “Es una cadena de mentiras y teníamos que acabar con esta situación, porque esas mentiras se esconden detrás de una palabra: sostenibilidad”.

Callum Roberts, autor principal del estudio, señala que el actual concepto de pesca sostenible utilizado por gobiernos y actores privados desde el período de posguerra “es científicamente obsoleto”, porque se basa en una teoría simplista y productivista que supone que “mientras los volúmenes de captura globales se mantengan por debajo de una cifra establecida, todos pueden pescar casi cualquier cosa, en cualquier lugar, con cualquier método”.

Por eso el uruguayo Omar Defeo, señala que “no es suficiente con dar un número”, en referencia a las cifras de capturas máximas para las especies que definen los gobiernos. “Estas cifras que utilizan los países para decir si un recurso está manejado en forma sostenible o si está sobreexplotado es un valor estimado por modelación matemática y no dice nada acerca de aspectos relevantes como la salud de los ecosistemas y el bienestar de los más vulnerables”, comenta.

Según Defeo, la nueva definición de sostenibilidad pesquera “implica una visión más holística y multidimensional que reconoce la complejidad de los sistemas ecológicos”. En ese sentido, el investigador recuerda a la Premio Nobel de Economía, Elinor Ostrom, quien se refería a un sistema social-ecológico. “Lo que decía Elinor Ostrom es lo que tratamos de plasmar en el artículo, es decir, el sistema social humano y el sistema ambiental generan interdependencia e interactúan de tal manera que uno afecta al otro”.

La salud de los mares sí importa

Para que se cumplan los dos principios básicos establecidos para este nuevo concepto de sostenibilidad, se han definido once acciones o ‘reglas de oro’ que deben cumplirse para que una pesca sea considerada realmente sostenible.

Para lograr el primer principio, que es regenerar la salud del océano, se consideran acciones como gestionar las pesquerías de tal forma que tengan menor impacto en el océano. De esta forma se reconstruiría el funcionamiento y la resiliencia de los ecosistemas y se mitigaría los efectos de los cambios ambientales. Por ejemplo, se plantea prohibir los métodos de pesca destructivos como “los aparejos móviles que entran en contacto con el fondo marino, las redes de arrastre, las redes de cerco demersales y las dragas”.

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El artículo académico, también propone reducir las medidas de los barcos pesqueros y de los aparejos utilizados en la pesca, una tendencia que favorece la concentración del capital en pocas manos, creando monopolios y estrechando la distribución de los beneficios económicos y sociales de la pesca, explica el documento publicado.

Más del 90% de las especies marinas del mundo son transfronterizas, lo que significa que la explotación de las poblaciones compartidas por varios países se gestiona mediante negociaciones entre representantes gubernamentales, lo que muchas veces conduce a fijar cuotas más altas ocasionando sobrepesca.

Por eso, otra medida que plantean los investigadores es que el mercado se abastezca únicamente de pesquerías con buena gobernanza que tengan datos suficientes para garantizar la sostenibilidad.

Incorporar la protección de los ecosistemas en la gestión pesquera y excluir de la pesca especies y áreas más vulnerables también están consideradas como acciones para proteger los ecosistemas marinos. En este último punto una de las medidas que se recomienda es no pescar a más de 500 metros de profundidad con artes de pesca industrializadas a gran escala.

“En el área que corresponde a Argentina, Brasil y Uruguay, en el Atlántico, estamos a un 40% de recursos explotados en forma no sostenible y otro tanto a nivel del Pacífico. La situación es alarmante, por tanto, necesitamos cambiar las estrategias de explotación porque Sudamérica posee una de las zonas pesqueras más productivas del mundo”, precisa Defeo sobre lo que está sucediendo en las pesquerías de la región.

El experto también menciona que Chile y Perú, por la presencia de la corriente de Humboldt, son líderes en la producción de pescado, principalmente anchoveta, pero que más allá de esta pesquería no existe un manejo eficiente.

“Hay abundancia de recursos, pero también hay sobrepesca basada en el concepto tradicional de rendimiento máximo sostenible —la captura máxima que se puede obtener sin agotar el recurso—.  ”Si a eso se le agrega la pesca ilegal no declarada y no reglamentada la amenaza se vuelve significativa para nuestra región en especies altamente migratorias como la merluza y el calamar”.

Defeo también se refiere a las flotas pesqueras que realizan las capturas en aguas internacionales, más allá de las zonas económicas exclusivas de los países de la región, “que están barriendo con todo”.  Los recursos siguen siendo agotados por parte de flotas internacionales, agrega Defeo.”Eso nos afecta, por lo que  requerimos mejorar la coordinación entre los países vecinos y promover una  política internacional que trate de mitigar el agotamiento al que estamos sometidos por flotas que todos conocemos”.

Apostar por las pesquerías sostenibles

Para que se cumpla el segundo principio establecido en esta nueva visión de pesca sostenible se han establecido cinco acciones. La primera de ellas consiste en poner fin a las pesquerías que violan los derechos humanos, incluidas aquellas que amenazan la seguridad alimentaria y los medios de vida de las personas en los lugares donde pescan.

Una segunda regla es crear sistemas de gestión pesquera para un acceso y distribución justa y transparente de los beneficios, pues muchas veces la asignación de los derechos de pesca se toma a puerta cerrada y se basan en precedentes históricos, señala el estudio.

“Este enfoque favorece a algunos grupos en detrimento de otros, a menudo a los sectores pesqueros con mayor concentración de capital, mayor poder de cabildeo y alto impacto ambiental”, precisa la publicación.

También se han considerado medidas como aplicar buenas prácticas en cualquier lugar en el que operen las empresas pesqueras; poner fin al flujo de subsidios perjudiciales a la pesca; y aplicar tolerancia cero a las empresas que realizan pesca ilegal.

“Una de las recomendaciones es promover actividades pesqueras que maximicen el beneficio social y ¿cuáles son esas actividades? pues la pesca artesanal”, comenta Andrea Saenz-Arroyo, del Departamento de Biodiversidad y Conservación, del Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), en México.

Saenz-Arroyo menciona su experiencia con cooperativas pesqueras que trabajan con recursos bentónicos de alto valor, como la langosta, pero que muchas veces no tienen acceso a los beneficios de una manera justa debido a la falta de políticas públicas.

La investigadora de Ecosur cita como ejemplo de una buena práctica pesquera a Islandia, país que se puso como objetivo incluir en las cuotas a los pescadores artesanales, quienes con esos títulos pueden solicitar créditos bancarios para capitalizarse. Saenz-Arroyo agrega que en ese país también se formalizó el trabajo de cosecha de mariscos, una actividad realizada por mujeres, quienes ahora ya cuentan con un trabajo formal.

Lograr que se redefina el concepto de pesca sostenible seguramente no gustará a las grandes pesqueras ni a los que intervienen en el negocio de la pesca industrial. Pero el medio ambiente, las pesquerías, la biodiversidad y la mayoría de los seres humanos se verán inmensamente beneficiados.

Yvette Sierra Praeli – Mongabay

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